“El Yoga llega cuando tiene que llegar” es una expresión que casi todas las personas que practican Yoga han escuchado en algún momento.
Y realmente sucede así. Es en el momento propicio para cada una, aquel en el que estamos dispuestas y preparadas para integrar aquello que el Yoga nos puede aportar, ver más allá y recibir los beneficios y percibir la Luz que el Yoga nos facilita alcanzar.
El hecho externo, la acción o emoción que nos mueve a aproximarnos al Yoga es comúnmente variado y múltiple en sus manifestaciones: pueden ser motivos de mejoría física –es la causa más habitual que manifiestan las personas que quieren iniciar clases de Yoga-, bien por razones emocionales o mentales, o bien un compendio de todas ellas, dado que, como seres holísticos que somos, el pensamiento y la emoción tienen reflejo en el cuerpo físico, y viceversa.
Pero si es el momento oportuno en nuestra vida, indistintamente de cual haya sido el motivo original que nos llevó a acercarnos al Yoga, pronto nace la inquietud en cada una de ir más allá, de saber más, de profundizar más, de dedicarle más al Yoga, que se va filtrando poco a poco en nuestra vida.
Y aquí es donde, una vez experimentados los efectos que la práctica de Yoga tiene en nosotras, surge el “impulso” del que hablamos en el título: es el contacto con la práctica, vivir la experiencia que nos propone el Yoga, lo que nos va a ir acercando a un estado de bienestar global, que incluso puede ocurrir que no sepamos identificar al principio, pero sí notaremos su influencia benefactora sobre nosotras.
Y es que, además de otros múltiples beneficios que aporta la práctica de asana, pranayama o meditación, el Yoga nos va a hacer crecer en CONSCIENCIA -en el sentido de visión y apertura que tiene la palabra-, a todos los niveles:
- Físico: aumenta nuestra propiocepción, la capacidad de conocer la posición del cuerpo y sus movimientos, y también aumenta la interocepción, la percepción de las sensaciones que nos envían los órganos internos.
- Emocional: nos facilita reconocer nuestros estados emocionales, ponerles nombre e identificarlos, desactivando actitudes reactivas.
- Mental: nos ayuda a recuperar el control sobre nuestra atención, aportándonos claridad mental y equilibrio.
- Espiritual: nos abre los ojos a lo más profundo, a lo interno y a lo verdadero, yendo más allá de la superficie en la que la vida ordinaria nos envuelve.
Y tu, ¿recuerdas qué te motivó a iniciarte en la práctica de Yoga? y el ¿por qué sigue formando parte de tu vida?