Uno de los objetivos clave de la Meditación Integral es convertir la práctica meditativa en fuente de experiencia, inspiración y aplicación en la vida cotidiana. Personas de diferentes caracteres y sensibilidades se interesan por la meditación atraídas por sus beneficios, y es que el potencial transformador de la práctica meditativa es tal que puede inspirarnos a revisar nuestro estilo de vida, para establecernos en un estado interno de bienestar que trascienda el momento de sentarnos en el cojín de meditación.

La revisión de los hábitos cotidianos no tiene necesariamente que llevarnos  a cambios drásticos en nuestras actividades habituales, en algún caso puede suceder que necesitemos tomar decisiones contundentes que den un giro a nuestra vida pero a lo que aquí me refiero, es a cambios más sutiles, y no por eso menos potentes, como los hábitos íntimos de pensamiento, adoptar enfoques más luminosos sobre nuestros afectos o establecer una relación más respetuosa y consciente con nuestro cuerpo creciendo en autocuidado. Son mejoras que no tienen por qué obligarnos a abandonar algo determinado que esté ahora en nuestra vida, más bien nos ayudan a hacer ciertos ajustes positivos en la forma que nos relacionamos con las cosas, las situaciones y/o las personas.

La práctica de la meditación nos lleva a plantearnos el estilo de vida en dos direcciones. Primero, a darnos cuenta que cuando nos sentamos a meditar, nos encontramos con nuestro estado psico-emocional y físico real, por eso al principio mantenerse quieto puede resultar todo un reto, ya que al pararnos emerge hacia la superficie aquello que está ocultado por el dinamismo constante al que nos hemos habituado, y no es inusual que nos topemos con ansiedad, enfado, confusión… y otras cosas que no nos agradan pero que se hacen visibles, no para mortificarnos más bien para ofrecer la oportunidad de encontrar los medios de gestionarlo, y  todavía mejor, para disolver el origen o causa/s que lo están provocando. Si solo nos limitamos a centrarnos en la respiración durante el corto periodo de tiempo que permanecemos sobre el cojín de meditación, habremos mejorado un poco, pero la oportunidad está en una reflexión sincera de cómo estamos viviendo a diario, con qué nivel de estrés nos estamos manejando y si la forma de relacionarnos desde la agitación con todo o parte de lo que nos sucede, es un patrón que está instalado en nuestra mentalidad, entonces se  presenta la oportunidad de hacer aquellos cambios que nos faciliten acceder a una paz  que sea experimentada más allá del fugaz momento de la práctica sentados.

Cuando descubrimos el bienestar de estar tranquilos, inevitablemente queremos permanecer en ese estado, la cuestión es cómo hacerlo, en general será necesario cambiar la visión de la realidad,  revisar los pensamientos que nos arrastran hacia la avidez, la prisa, la impaciencia, la falta de tiempo etc…así que meditar nos ayuda a destapar los malos hábitos de pensamiento, emoción y corporales, y modificarlos por voluntad propia con la motivación de vivir según un ideal de plenitud y bienestar, y al mismo tiempo estos cambios producen una mejora en nuestras sentadas meditativas.

En las primeras etapas de la práctica podemos considerar la posibilidad de introducir cambios sencillos, por ejemplo, revisar la alimentación y evitar aquellos alimentos que alteren el sistema nervioso, sobre todo porque al practicar esta alteración se nos muestra con evidencia. También podemos incorporar hábitos para mejorar el descanso nocturno, por ejemplo, entrar en el sueño utilizando alguna herramienta específica de la meditación que reduzca el nivel de agitación mental o emocional. Las posibilidades de incorporar hábitos positivos son muchas, iremos haciéndolo de una forma tranquila y progresiva, centrándonos en pequeñas cosas, sobre todo al principio, mejoras que podamos abordar de una manera realista, pues intentar abarcar demasiado en poco tiempo suele ser una de las principales causas de frustración y consecuente abandono prematuro de un camino de auto-realización.

Frecuentemente se observa que los practicantes que aplican una técnica consistente y que dan continuidad a su práctica, que reconocen como objetivo de la meditación la conexión con su ser interior, realizan de forma espontánea y sin esfuerzo mejoras en sus hábitos de vida. La causa de estas sorprendentes transformaciones es la activación de la fuerza viva en el interior que nos guía hacia lo positivo, inspirándonos en cuestiones esenciales como ciertas preferencias en la forma de utilizar el tiempo, en las decisiones de con qué o con quien compartirnos,  facilitándonos una certeza íntima de lo que nos es beneficioso y perjudicial en todos los aspectos.

Los meditadores que están empezando deben recordar que los “tormentos” que experimentan no son fundamentalmente algo cultivado consciente  o inconscientemente según a lo que se haya vinculado la atención, así que  los obstáculos no son una maldición, por el contrario ofrecen la oportunidad de solucionar el origen de muchos de nuestros problemas, que esencialmente surgen de la falta de armonía interna.

Los meditadores que han avanzo lo suficiente para darse cuenta de que lo que nos encontramos al sentarnos sobre el cojín, lo cultivamos con esmero en la vida cotidiana, están preparados para revisar estilo de vida, y observar que pequeños cambios pueden implicar considerables mejoras, tanto en la propia vida como en la meditación.

Y para aquellos meditadores que han empezado a vivir los efectos espontáneos de la meditación en su vida, decir que lo que resulta tan sorprendente no es más que el resultado de la apertura al ser interior.

La meditación es una práctica sencilla en su planteamiento, eficaz cuando se le dedica tiempo, ecuménica en su aplicación y transformadora en esencia, porque a través de los medios que nos propone se produce un contacto y un despertar de nuestra esencia, y nuestra esencia demuestra estar orientada hacia la plenitud. Por otra parte si llevamos algún tiempo meditando y nuestro enfoque no ha cambiado, si no ha disminuido nuestro sufrimiento, entonces quizás tengamos que cuestionar cómo y desde dónde estamos practicando, porque la propia meditación nos va inspirando en la liberación de las cadenas que nos atan a la ignorancia y a la oscuridad.

NAMASTE